miércoles, 14 de marzo de 2012

Quererte se ha convertido en la rutina de cada día.#

Rutina, querida rutina, ya es lunes, a empezar la semana otra vez, suena el despertador, ya son las siete, por cinco minutos más no pasa nada, te despiertas, te levantas y te quitas el pijama para ponerte la ropa para ir al instituto. Desayunas, como todos los días, una taza de leche con cola cao y unas galletas, da igual de que marca sean. Te lavas los dientes, te peinas un poco, da igual que haga aire, preparas tu mochila, te pones el abrigo y te echas unas gotas de colonia, ya estás preparada para salir. Te despides de tus padres y coges el ascensor, mientras te colocas el flequillo. Sales por la puerta y hay niebla, que raro, caminas hacia el instituto, pensando si las cosas merecen la pena, si estarás haciendo bien, si deberías olvidar todo e intentar ser feliz sin él. Llegas a clase, te sientas y de lo que menos ganas tienes es de escuchar al profesor, ya sea de química, francés, cmc, biología, o filosofía, qué más da si vas a tener que escuchar a todos y cada uno de ellos a lo largo de toda la mañana. Y por fin llega la hora de educación física, piensas que quizás sea la mejor hora del día, pero te equivocas, ya que has ido con chándal para estar sentada en el suelo del gimnasio escuchando los efectos del alcoholismo y de la drogadicción, y te das cuenta que solo sigue siendo otra hora más que te impide irte a casa, ponerte el pijama de nuevo y volverte a la cama queriendo despertarte al día siguiente, para ver si es mejor que éste. Y, ¿sabes lo peor de todo? Que mientras todo esto pasa, como eres tonta, miras cada cinco minutos el puto móvil para ver si ese gilipollas en el que estás pensando durante todas las clases se ha dignado a darte un simple toque, obviamente ese toque no ha llegado a tu móvil, quizás se ha perdido en el espacio o piensas que a lo mejor no ha tenido tiempo y ha estado muy ocupado como para pensar en ti. Por fin suena el timbre de última hora, hora de irse a casa, llegas y los perros empiezan a ladrarte, como el resto de la semana, comes, sin hambre, te lavas los dientes y te pones a hacer los deberes. Te conectas al tuenti, al Facebook, al msn, que mismo da, en ninguno de ellos tienes noticias de él, ni un mensaje preguntándote que tal te va, ni un comentario, ni un estado dedicado a ti, ni un pequeño tablón que hable de ti aunque sea mandándote a la mierda, nada, absolutamente nada, y tú, como una idiota, le dedicas a él uno cada día, lo más bonito posible, para que quizás si lo lee se vuelva a enamorar de ti y todo sea como antes, o mucho mejor, tú, como una imbécil enamorada lloras por él mientras escuchas canciones que te recuerdan los momentos que vivisteis juntos, los que seguramente no volváis a vivir nunca más. Rezas para que todo sea una mala pesadilla, para despertarte, mirar el móvil y tener un sms suyo diciéndote lo mucho que te quiere y que no puede ni quiere vivir sin ti, pero no, eso no pasa, y ¿sabes por qué? Porque ésta es la realidad, porque todo ha salido mal, otra vez, porque ahora solo te queda entender que todo se acabó, que solo fue un sueño, un bonito sueño pero sin final feliz. Y, te das cuenta, de que quizás esto no debió pasar, no otra vez, de que tal vez te equivocaste en elegir, que a lo mejor todo lo que pasó fue un error, pero tú no lo ves así, no te arrepientes de nada. ¿Por qué te ibas a arrepentir de lo mejor que te ha pasado en la vida? No tendría lógica, aunque tú tampoco tienes mucha, pero sabes que lo que te hizo feliz un día nunca podría ser un error, y lo peor, sientes que si él no está a tu lado ya no podrás volver a sentir esa felicidad, porque aunque nadie te crea, tú estás convencida de que eso que él te hace sentir jamás podrás olvidarlo, que es demasiado fuerte como para que alguien pueda superarlo. Lo mejor de todo es que todo el mundo te dice que puedes pasar de él, que hay millones de tíos iguales o mejores que él, que tienes dieciséis años y es hora de vivir la vida, de disfrutar, pero tú no quieres ni imaginarte una vida de la que no forme parte él. Te dicen que solo es uno más, cuando la que debería opinar eres tú que eres la que le conoce, y tú, sabes que él es especial, distinto a los demás, que nunca habías encontrado ni encontrarás a alguien como él. Y, te repiten todos y cada uno de los días que eres capaz de seguir sin él, que podrías estar con quien quisieras, pero tú, le quieres a él, solo a él, con sus virtudes y sus defectos, y los demás te importan una mierda. 

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